Hoy estoy triste. Se me llueve el
alma.
El cielo suelta lágrimas de
hondo
dolor de plomo que borra los
colores.
Nada se mueve. Inertes, como
calma
marea de peces muertos, en el
fondo,
mis recuerdos, mis soñares, yacen
perecidos.
No puedo izar el ánimo, ya
extinto.
Por qué luchar, por qué vivir, por qué
qué, algo,
Si al final del camino, el duro
espejo
Me devuelve el fantasma de un
sujeto
que es lo que fue, será lo que era,
fue lo que tuvo
que ser, aunque no fuera
otro que el mismo, el igual, por
siempre nada.
Soy esa nada, estirada
al infinito
en una dimensión que sume en el
espanto.
No fui, ni soy ni seré más que un
quebranto.
No me queda siquiera el
espesor del mito.
El universo cambia.
Yo
ni muevo el aire.
Carlos
Adalberto Fernández