Los hombres no conocen ni el corazón ni el alba,
ni el inicio de todo lo que afinca la vida.
No saben que el destino, con quimérica lanza
concluye en sumidero lo que fuera fortuna.
Los hombres son esclavos, por eso no comprenden
que el poema es la vida trasmutada en palabras,
que la muerte avecina en todos los rincones
con fragor de azucena o lirio penitente.
Los hombres no comprenden que todo lo vivido
se deviene inmortal cuando nos hemos muerto.
Long Ohni
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