sábado, junio 23, 2007

Una vez al soñar

graciela holfeltz

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Una vez al soñar, me perdí en el intento

de ser dueña del alba sin Pegaso ni viento.

La ambición me sedujo, el talento me ajó,

me lancé al laberinto sin Ariadna o Teseo,

me miré mariposa abrigando el deseo

y el enorme egoísmo de jugar a ser yo.



Como el vientre vacío de un asceta en la roca

que lamenta la suerte de su pálida boca.

No permite mi sueño conocer la sustancia

que agazapa la muerte en su lógica eterna,

de engendrarnos paciente en su nada fraterna,

apagando la lumbre que cuidó nuestra infancia.



¿Qué misterios sombríos entorpecen el paso,

secretos que emblematizan el eterno cañamazo?

Hombres desangelados por codicia y por temor

maceran sueños de hadas, embruteciendo la mente

limpia de improperios vanos, poderosa, incandescente,

contraria a un cuerpo llagado por la ira del dolor.



¿Cuánto he de vagabundear tras el vuelo de alas,

un ángel niño o el cuervo en la cabeza de Palas?

Porque el poeta afiebrado grita al cielo nunca más,

y el ángel suplica al hombre que no implore en la tiniebla,

poeta y hombre sonríen por la razón que aún tiembla

de odio y resentimiento cuando mira para atrás.



El sueño está malherido, desangra roja ilusión,

busco la nota blanda de su incesante canción.

La que late en las entrañas con retumbo endemoniado,

y devasta los imperios de pecadores impíos,

orientando alta la proa de un velero poseído

hacia el horizonte azul, intruso y emancipado.



La vigilia me salva del abismo impiadoso,

que en el sueño se muestra como un diente y un pozo

Y Cerbero en tres fauces impidiendo al mortal,

a las puertas del Hades transitar por adentro

sin la música órfica aquietando su centro

de fiera domesticada por Hércules inmortal.



No me doy por vencida ni abandono mi sueño,

que transita este páramo solitario y sin dueño.

Porque ansío ser yo la que marque su hacienda.

Y sembrarla de historias, cantos, mitologías,

construyendo más tarde lares y cofradías

que soñarán sin recelo cuando el ojo se encienda.



Me niego a justificar mi soberbia presente.

Del mundo que me rodea tomo y saco, fácilmente,

lo que al sueño le reporta una ganancia sumisa.

Y lo ensancha de pasión, lo transforma en desenfreno.

Que no es otro que el amor, cáliz del mal veneno,

que al sueño eterno ha de atarnos con pena pero sin prisa.



Graciela Holfeltz

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