Lentos, pausados torbellinos en la sangre.
mueven, licuan, defenestran
el cauce rojo de la vida.
No hay tiempos
en la soledad sin fin
con la que copulan las arterias
porque el mundo no vive
en el latido del pulso.
Así es que la sangre se anochece
con su propia luna,
así el cansancio de su voz
besa su propias playas,
así su silencio en grito muerto
a contraluz de las horas sucedidas.
Lentas, pausadas brisas en la sangre.
sumisos movimientos sin palabras
que describen días idénticos, y silencios,
y dolores, y cansancio, y el estúpido amor
con las manos bien asidas a la cordura,
........................... sobreviviendo.
Issa Martínez
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