Todos bebimos, hasta que nos fuimos
hicimos un cintillo de alcohol.
Una anestesia para la memoria,
nadie dejo de bailar
en sus recuerdos.
El viaje entre los brazos acariciaba
el amarillo de la luna
que invitó con su redondez desnuda.
Una sonrisa atizada y un beso
bajo
la noche se muestra puro,
desahuciado por la música
desecho, entre el abrazo.
Aún tengo ganas de
amar el remanso de tu mirar.
La agonía de un silencio pausado
bajo esta noche de interminables pisadas.
Pies desencajados, pies desandan
el menú, eligen, cobijan.
Sus sueños
cantan a lo lejano.
A tu aliento de bodega,
ebrios,
sostenidos
en tus brazos
Amansan las barreras,
la luz encendida del pasillo.
Mientras el dulce sonido
contagia
con su saxo de seducción.
Esa noche encontré una vasija para los
sueños,
llena de música y besos.
Un muelle de ilimitado horizonte,
donde albergar la muerte ebria de
los sentidos.
Luis Gilberto Caraballo 2009
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