Un fueye que se estira, llamando, rezongando.
El Mí se fue gritando, dio un salto, tropezó.
La nota se interrumpe… el tango, agonizando,
quedó ahí, entre adoquines, un espasmo y murió.
Un farol macilento le saca algo de brillo
sobre una vereda infame, de esquina desgastada
Que vio morir jirones, retazos de un sencillo
orgullo de orillaje, de remota morada.
Un lamento se eleva buscando concurrencia.
El violín llama al tango. La nota se endereza.
Vuelve la melodía, buscando con paciencia
El rezongo tanguero, el de sonido puro,
Pausada, lentamente, enhebrando una pieza
cerrada,.portadora de algún designio oscuro.
© Carlos Adalberto Fernández
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