sábado, marzo 27, 2010

NADIE ES DICHOSO HASTA QUE MUERE

La lenta ola de sal, desconsolado llanto

en que abreva la boca su oceánico silencio,

mar de turbias mareas en que el tiempo se ahoga

y pierden lozanía el cerezo y el lirio,

tenebrosa perfidia con que el vivir engaña,

hija de Equidna y de Tifón, Quimera

alerta tras las huellas de su inocente presa.



Así, muda la boca ante la cruel criatura,

voz del enigma que nos condena a muerte

o nos lanza al abismo del que nunca hay retorno,

desisto adivinar.



Cubre mis ojos la arena del destierro

y persiste el calcáneo su fatigado anhelo

de llegar hasta el fin:

el puerto en que se anclaron las palabras perdidas

y la playa que ampara lo que nunca fue dicho.



Long-Ohni

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