La lenta ola de sal, desconsolado llanto
en que abreva la boca su oceánico silencio,
mar de turbias mareas en que el tiempo se ahoga
y pierden lozanía el cerezo y el lirio,
tenebrosa perfidia con que el vivir engaña,
hija de Equidna y de Tifón, Quimera
alerta tras las huellas de su inocente presa.
Así, muda la boca ante la cruel criatura,
voz del enigma que nos condena a muerte
o nos lanza al abismo del que nunca hay retorno,
desisto adivinar.
Cubre mis ojos la arena del destierro
y persiste el calcáneo su fatigado anhelo
de llegar hasta el fin:
el puerto en que se anclaron las palabras perdidas
y la playa que ampara lo que nunca fue dicho.
Long-Ohni
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