viernes, septiembre 11, 2009

Alegrémonos / Anacaona está en los árboles y el viento

Alegrémonos, sin embargo.
El areito nos recobra como a peces
y nos fluye hacia las flautas y sonajas
y nos da burbujeantes pianolas
en los dientes y viva delicia
entre las conchas y las algas.

Cristalizada en lago de símbolos
(ese lenguaje de areitos, Guajataca)
como diamante que sale de la forja
del Gran Yaya, será la piedra bruta
que todos puliremos,
la que hoy es palabra estéril,
seca y cotidiana, mobaya.

De mi libro «Lope de Aguirre y los paraísos soñados»

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Anacaona está en los árboles y el viento

Anacaona trepida lenta y misteriosamente
y sube a las alturas de los árboles
sin pretender existirse y publicarse
más allá de la esencia de las cosas.

Ni será tránsfuga de la escena y el tiempo
(ya fue ahorcada, ya es espíritu que canta);
no será su labor definir
la mera ontología entitativa
de otros seres ni el fantasma
del ay, doloroso
que vive siendo
sin ser-todo-lo- sido.

Cuando el bagaje del naboria y el esclavo
se objetiva, interino en las expectativas,
la Cacica canta los Ocamas
y ahí-es... canción de cuna,
beso y cuidado de la Tierra Madre,
seno mártir y hacendoso,
dulce e infinito;
ahí estuvo su poema,
maternal arrullo,
escribiéndose en despedida
porque el Ser va cerrando
sus años de epistemología
al llegar la pubertad de la palabra.


Carlos Lopez Dzur
7-17-1992

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