jueves, septiembre 10, 2009

Esther

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Cada vez

que una gota cruza sus mejillas

etapas de su vida se forman como un cuadro

hojas peregrinas de un árbol en otoño

al son de melodías traídas de un ayer

mirándose al espejo buscando no encontrar

los rasgos de una madre que tanto creyó odiar

momentos agridulces que fueron su niñez

en franca rebeldía al verse más segura

un ave sin fortuna queriendo recobrar

el tiempo que entre ellas

se fue sin esperar.

Paradojas de la vida mirándose al espejo

los surcos, los caminos

el nudo en la garganta ahora con más fuerza

mirando dos miradas chocándole la cara

ausente de recuerdo

la hija sin acuerdo pidiendo sin tranzar.

Lágrimas de historia tejiendo en los vacíos

la falta de cariño

de aquella que le dijo; ¡tú no vales nada!

reproches de mujer en mundo de juguetes

clamando en la adultez que nunca cubriría

los nudos que la historia

pensó

jamás olvidaría

otoño eterno al medio primavera

calor intenso que no cubrió un verano

mirándose a los ojos sin ver cuánto tenían

se fueron sin que ella

supiera que aún estaba.

¡Porque tú en tus mañanas, jamás verás mi noche!

paradojas de la vida de quien cuenta sus días

mirando cada nota de aquella melodía

sin pensar que al medio día

la puerta de su alma

también se cerraría.

Habrá jugado Dios su carta preferida

rotando el tiempo cambiando los zapatos

olvidó a corto plazo memoria en retroceso

ayer era la hija

con rabias injertadas

hoy es la madrugada a quien llegó su noche

su mente regresiva, no dijo a su interior

que al morir su día, vería un nuevo sol.

Paradojas de la vida

¿o Dios de responsable?

Esther en su rutina vivió los contrapuestos

el curso de esa vida con altos y caídas

los brazos extenuados de un hijo aún de pecho

la anciana y sus locuras de historias olvidadas

que fue entre sus sueños para besar su mano

diciendo agradecida

adiós querida mía

cautiva del olvido se fue sin escuchar

las frases que en silencio

le dijo en el lugar

que ambas comprendieron

lo hermoso que es amar.

Historias sin sentido salían de sus labios

canciones enclaustradas volviendo a su vivir

Raúl era un bebé, su madre también otro

mente de cristal y Dios con un martillo

llevándose la noche en que encontró el amor

un par de buenas copas y un hombre encantador

Franco con su guerra y ella en su interior

llevando las semillas de quien juro a su amor.

Paradojas de la vida

silencios sin razón

inspiran a un poeta que puede aún ver amor.


luis alberto gonzalez viera

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