
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
¿Qué cuántos son los huesos que abonan estas tierras,
circunscriptos anónimos para todos nosotros,
salvo un llanto y un luto también desconocidos?
¿Y los huesos que fueron, se integraron
a la hierba que un día sació el hambre a la bestia
o acaso vueltos monte se retozan en verde
bajo la leve lluvia que inquieta en primavera?
¿Cómo se llama ahora y qué fue de los besos
prodigados de encanto, de pasión, de lujuria,
de su dolor de hombre, de sus miedos,
de las manos cansadas o los ojos ardientes?
Miro esa flor y pienso que lleva tu sonrisa.
Long Ohni
No hay comentarios.:
Publicar un comentario