Charles Bukowski
Lo sé,
voy a seguir gritando en un desierto
atiborrado de musiquitas estúpidas,
atestado de pulgares histéricos
y voy a seguir gritando
para decir pan cuantas veces me dé la gana
aunque mi voz no sea otra cosa
que una astilla,
el mínimo y absurdo resto del gran naufragio
del que nadie guarda memoria alguna
porque ya son las nueve en canal nueve,
porque el Merval tuvo la mala idea de caerse
y porque de noche todos los gatos son pardos
y el color de la basura es tan indefinido
como la vida trajinada en la planicie.
Lo sé,
voy a seguir gritando en un desierto
cemento cementerio desbordado de muertos
descabezados, descorazonados,
deshechos, desprovistos, desquiciados,
entretejidos con la pendencia y el escándalo
de timbres, de bocinas, de pantallas,
de ese sordo ruidaje que alisa las cesuras,
las soberbias mandíbulas montadas
en las cuatro por cuatro o en dos patas,
enjambre de idiotez,
menú a la carta para solícitos gusanos,
dietético menú, sin sal ni especies.
Lo sé,
voy a seguir gritando en el desierto
y me importa un carámbano
que no se escuche nada:
no hablo para ellos.
Yo voy a decir pan para quien tenga hambre.
Long-Ohni
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