Hijos de todos los exilios
por la misma curva tendida,
tensa como el ángulo leve
del sol y hasta el ocaso,
vamos como antaño fuimos,
parece de agua la senda
o de tinta en el tiempo
de la ebriedad y la dicha,
cuando echamos un día
como dados las naves al mar
y los pies alcanzaron costas
extrañas y en aquel tiempo
hablaron las voces de un lejano
rumor de sirenas. Pasada era
la hora suprema del mundo;
como partidos frutos al arbitrio voraz
de insectos oscuros y una grande
noche de pronto cernirse vimos
como antes el hambre sobre cubierta,
por heladas rutas del incierto norte,
bajo el ojo blanco de la sexta luna,
cuando el rasguido leve de la pluma
dio la cifra de las bajas. Como ciervos
en desbandada huía la vida y de frente
a la luz de los ojos del gran cazador huía.
Alejandro Drewes
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