domingo, enero 27, 2008

EUCALIPTO.

Se entrecruzan las hojas dentro del viento.

El viento invade este espacio.

Me invade por dentro.

Se pasea el fantasma de ti.



Los zorzales dejan la danza hasta la mañana siguiente.

En cambio, incansable, sigues tu propia danza.

Un caleidoscopio verde.

Una sinfonía de murmullos suaves.



Sabes que el fantasma de aromas

me invade a cada noche.

Solo para recordarme la presencia de mi hombre.

Que huele a pino, a madera, a eucalipto.



Todo lo impregna y todo lo toma.



Me haces compañía durante mi estadía de ausencia.

Me traes dentro del viento los abrazos partidos.

Y cerrados.

Eres casi como un indicio del hombre que amo.



Poderoso, fuerte, gigante, y verde.



Esa corteza dura que mudas cuando gustas.

Ese vaivén en la oscuridad.

Inamovible. Precioso, pero inamovible.

Ondulante pero rígido.

Susurrante pero inaudible.



Tu verdadero corazón es intangible.

Dentro de tu corteza guardas la savia.

Guardas el agua que la vida te regala.

La esencia que te otorga el aroma.

La menta muda de tu sabor.



Eres un compañero tácito en el anochecer.

Otro inquilino viril e inmutable,

de amor deshabitado y escondido.

De amor oculto en la arboleda de los días.





Amparo Carranza Vélez.

27 de Enero de 2008.

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