Amparo Carranza Vélez.
Un golpe de violín.
La ruptura progresiva del piano,
y un largo quejido que danza
en la terrible nostalgia del ahogo.
El ayer.
Se impone gigante la sombra del violonchelo.
Busca la curva en ese sonido
y el olvido no llega.
En mi boca,
el ácido sabor del que quiere olvidar.
¡No quiero más del ayer!
Esa danza entre el dolor y la melancolía absurda.
Absurda como la ciudad gris de tu cuna.
Donde se entrecruzan los barcos y las piernas.
Las calles rotas.
Ese laberinto de memorias
de un cuerpo.
El cuerpo, que fue el ayer.
19 de Marzo de 1999.
Amparo Carranza Vélez.
TANGO DE LLUVIA.
Se afila un violín en la penumbra de la noche.
Como si cortara en partes mi corazón.
Sueño azul bajo la luna del sur.
Descubro que sangra como llanto de un bandoneón.
Y vibra en mis venas,
la distancia del sur.
Se reitera el ritmo del río,
en la música callejera.
Sobre el empedrado húmedo
y las sombras danzantes del viento.
Las siluetas humanas se alejan.
Taconeo como el repiqueteo del agua.
Como el palpitar de una pasión ahogada.
Repiquetean los dedos sobre el violín.
Danzan sobre las cuerdas de la guitarra.
Se resquebrajan sobre las teclas del piano.
Solo se entrecruzan las calles.
Solo llevan a más penumbra.
Donde el eco del tango alcanza.
Y abarca toda la música de la lluvia.
Marcan los pasos de un himno
con reminiscencias de sur.
Es parte de mí y no puedo olvidarlo.
Es ese tango de soledad y desconcierto.
Es ese trayecto de lluvia y empedrado.
Y la distancia del eco.
De un palpitar.
Que me recuerda que soy
y siempre seré parte del sur.
Amparo Carranza Vélez.
19 de Junio de 2006.
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