Carlos Adalberto Fernández
Hoy estoy triste. Se me llueve el alma.
El cielo suelta lágrimas de hondo
dolor de plomo que borra los colores.
Nada se mueve. Inertes, como calma
marea de peces muertos, en el fondo,
mis recuerdos, mis soñares, yacen perecidos.
No puedo izar el ánimo, ya extinto.
Por qué luchar, por qué vivir, por qué qué, algo,
Si al final del camino, el duro espejo
Me devuelve el fantasma de un sujeto
que es lo que fue, será lo que era, fue lo que tuvo
que ser, aunque no fuera
otro que el mismo, el igual, por siempre nada.
Soy esa nada, estirada al infinito
en una dimensión que sume en el espanto.
No fui, ni soy ni seré más que un quebranto.
No me queda siquiera el espesor del mito.
El universo cambia.
Yo
ni muevo el aire.
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Carlos Adalberto Fernández
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