Era lunes
y olía a fin,
se fueron los soles del año
la lluvia de los amigos,
quedaron; las tazas de café al amanecer,
el relámpago de la noche,
los pies de horas interminables
y de un destino sin cumplir.
Así como también, quedo el incienso,
de un poema leído
bajo el candil de la esperanza,
y un reloj detenido
en el andén de la vida
zurcido entre abismos.
Las calles estaban rebosadas de angustias.
Aparecía un temblor,
que cegó la lengua
y olía a panque. Se amasijaba
con el futuro, y el pasado.
Las agujas de las arañas
enhebraron,
su silencio
y a la catedral metálica,
del pájaro, que dejaba sus tierras y se elevó al mar.
Ahí, estaban las amapolas
en sus capullos,
arrullando, el coito de las miradas limpias.
La playa desnuda, asoleada por el amarillo
y el olor a coco,
era el tiempo que se nos iba.
Era el árbol de las hojas de pino y de luces.
Lunes, sí casi lunes
y otro año se iba,
sin preguntar.
Tan solo era eso, se iba
a descansar
en un sueño.
Y algunos regalos, bajo su sombra,
quedarán arraigados,
como sus hijos en tierra.
Estuvimos frente a frente
entregados ,
bogando
entre parajes y sorpresas.
Ahora, nos quedan solo noches,
y aún podemos decir, imaginar
reír, decidir.
Y aún, es lunes,
y no se ha terminado el mundo.
Aunque olía a fin,
nos seguiremos viendo.
Aunque fenezca,
sabremos que nos dimos,
y aún,
no nos vence el tiempo efímero,
pero como va pasando.
Y aún, hay caminos
interminables por ver.
Volverán, como los soles que llegan.
Las noches que no se agotan,
aún, no nos iremos,
aún podremos.
Luis Gilberto Caraballo
Dic 2006
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